Siempre fui un tonto para esas perras negras, y a ellas también les encanta follarme.

Para mí, el sexo en público es emocionante porque siempre viví mi vida al límite, y el riesgo y la espontaneidad me impulsan y me ponen más duro que nunca. La emoción de ser atrapado aumenta el placer, lo vuelve aventurero, me ofrece un descanso de la rutina y agrega sabor a la intimidad. Una cosa más que también me encanta es conseguir que esas perras negras me chupen el pene más grande. La combinación de esos dos es súper mega asombrosa, y esta vez lo logré. Había una perra latina, que era jodidamente perfecta, con su gran trasero y sus perfectas tetas naturales, que me estaba chupando la polla junto a un graffiti al lado de la carretera. Los coches pasaban a nuestro lado, pero a nadie le importaba. Al menos, no me importaba en absoluto, me estaban chupando la polla como si fuera mi último día en este planeta. Se quitó las bragas y comencé a dárselas por detrás. Soy un tipo bastante fornido pero ella quería que la taladrara tan jodidamente fuerte. Su coño goteaba por sus piernas. Dios, ella estaba tan buena. ¡Uno de los cuerpos más increíbles, hermosos y perfectos! Cuando le levanté la pierna, también le puse las bragas en la boca para que pudiera estar un poco tranquila, pero todavía la estaba sondeando más fuerte y más rápido. Bolas profundas fue la expresión que debería haberse usado en este caso. Sus grandes tetas rebotaban en todas esas posiciones, vaquera, misionera, y también gritaba todo el tiempo. Debe ser bailarina, me dije, maravillándome de la forma en que hacía girar su pelvis en perfecta sincronización con mis embestidas. Esta perra tenía tanta hambre que me hizo preguntarme si podré dar a luz. ¡De repente su coño empezó a chorrear como una fuente! Ya era hora de mostrar algo de esperma. La chica negra desnuda estaba acostada boca arriba y eyaculé en su boca abierta.

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