Soy un buen tipo de cuarenta y tantos años. Mi ex esposa acaba de llamarme y contarme lo que ha estado haciendo mi hijastra en los últimos días. Esta adolescente apenas tiene veintitantos años y ya está metida en la mierda hasta las rodillas. Su coche fue confiscado y multado. Su novio la dejó y ahora no tiene adónde ir. Por supuesto, la dejé quedarse en mi casa. Establezco algunas reglas básicas. No me gustan los gorrones ni los holgazanes en mi vida. La encuentro pasadas las 10 de la mañana hablando por teléfono, tirada. Las cosas en mi casa no son así, pero ella tiene una idea diferente. Es decir, ¡esta puta adolescente me ofrece una mamada a cambio de un techo sobre su cabeza y su auto de vuelta! Acepto de mala gana, pero más por lástima que por lujuria por su coño. Sin embargo, definitivamente había algo de lujuria involucrada. Francamente, la forma en que me chupa y traga mi semen es lo suficientemente buena como para sacar su auto del depósito. Al día siguiente, le entrego las llaves e insisto en que limpie mi casa desnuda. Por supuesto, la chica está de acuerdo. Soy su padrastro. Ella tiene que hacer lo que le dicen. Un minuto después, estoy en ese trasero adolescente como loco. Me follo su coño y toco su pequeño culo mientras parpadea hacia mí. La putita casi me hace correrme, pero lo aguanto. Además le prometo que me la voy a follar por toda la casa. En el dormitorio, observo cómo me la follo en modo misionero. A la putita no le importa. Demonios, ella me está jodiendo por su auto y un lugar donde quedarse. Aro ese coño por delante y por detrás hasta que tengo ganas de volver a alimentarla con un poco de semen. “Cariño, puedes quedarte todo el tiempo que quieras. La casa de mi padrastro también es tu casa —sonrío mientras ella se limpia el esperma de la barbilla.