Amo a mi esposa, pero es imposible tratar con su hija, NUESTRA hija. Ahora que tiene 19 años, va constantemente a fiestas y hace quién sabe qué. La semana pasada la pillé intentando escabullirse y la traje de vuelta a casa. Llevaba un vestido diminuto que le daba a la gente una vista completa de sus bragas y su pequeño trasero. Fuimos a su habitación y esperamos a que regresara su mamá. La pequeña descarada comenzó a levantarse el vestido y a burlarse de mí. Tiene el hermoso cuerpo de su madre, sólo 20 años menor. Intenté decir que no, pero ella siguió adelante, incluso mostrándome su coño. Sentí que ella lo quería más que yo, así que decidimos mantenerlo en secreto. Ella me ayudó a quitarme los pantalones y mi pene la tomó por sorpresa. Era más grande que su antebrazo y, como si estuviera hipnotizada, la pequeña niña empezó a chuparlo. No podía creer que mi hijastra fuera tan buena haciendo mamadas. Apenas podía pasar la cabeza, pero estaba segura de que podía recibirlo todo en su pequeño coño. Me encantó la vista de los labios del coño abrazando mi gruesa polla. Sin molestarse en ponerse un condón, se subió encima y de alguna manera logró tomarlo todo de una sola vez. Su coño estaba tan apretado. Sentí que podía correrme sólo con eso. Comenzó a moverse por su cuenta, lentamente pero yendo más rápido con cada rebote. Su clítoris se frotaba contra mi hueso púbico cada vez que se golpeaba. Agarré su trasero y apreté sus firmes nalgas con ambas manos, ¡qué jodidamente genial! Su gemido era lindo, de tal madre, tal hija, como dicen. Quería tomarla por detrás y ella obedientemente se arrodilló y levantó el trasero. A pesar de ser tan delgada, su trasero es bonito y redondo. La golpeé por un rato y la hice tener un orgasmo al menos dos veces. Salí justo a tiempo y ella se movió para que pudiera correrme en su cara.